Opinión
Otro capítulo de un largo folletín llamado “techo de la deuda” de Estados Unidos (EE.UU.), al que tratan de imponer como un problema para toda la población del planeta.
Antoni Belchi, una de las voces plañideras en la Voz de América escribió: “… El gobierno de Estados Unidos podría quedarse sin dinero si el Congreso no hace algo al respecto. ¿La solución? Elevar el techo de la deuda. De no hacerlo, podría traer graves consecuencias para las economías de todo el mundo”, sí, así aderezado como para conmover a escala global.
El articulista, corresponsal de la emisora en Miami, recordó que el concepto “techo de la deuda” fue introducido por primera vez en 1917, y es el límite superior de dinero que el Gobierno de EE. UU. puede pedir prestado, y que en los últimos 70 años lo han elevado 78 veces. Casi dice que es una costumbre inocente.
En enero el límite les volvió a quedar muy bajo ¡31,4 billones de dólares en deuda!, por lo que los buenos chicos del Departamento del Tesoro han tenido que tomar “medidas extraordinarias”.
Los gobiernos de EE. UU. han presentado déficits fiscales en los últimos 22 años: gastan más de lo que les ingresa por impuestos, y si a Joe Biden no le autorizaran un nuevo “techo de la deuda” dicen que no podría pagar los vencimientos de esa deuda a partir del 5 de junio.
¡Ay! si eso le ocurriera a cualquier otro país -no en 22 años sino en 1- sería declarado país quebrado, estado fallido, e inmediatamente intervenido por organismos rapaces como el FMI.
El Gobierno de EE. UU. es como un forajido que emite cheques sin fondo porque tiene la potestad -pistola en mano- de cambiar las reglas de juego. Posteriormente, cuando le venga en gana, simplemente sube el monto o plazo del sistema financiero -su rehén- y así va cubriendo su insolvencia hasta el infinito.
Estamos ante otro efecto de la crisis estructural, crónica, de la economía estadounidense; son los resultados de la ya insostenible hegemonía del dólar, hegemonía monetaria que le otorga a los gobernantes del Norte todas las ventajas sobre los demás países, y de las cuales siempre hacen uso abusivo con graves consecuencias para los pueblos del mundo.
Desde el año 2000 EE. UU. ha elevado su deuda en 15 billones de dólares, de los cuales 8 billones fueron para gastos militares, más de la mitad del crecimiento de esa deuda. Un monstruoso gasto militar que sus élites gobernantes no pueden detener.
Así es como se manifiesta lo peor de la irracionalidad que determina la esencia actual de ese imperio decadente.
Irán Aguilera
